Ayer en medio de Seminario, junto a Matías, sentí que estaba en una escena que no había presenciado antes. Se supone que andábamos en una marcha eslash protesta, había una gran cantidad de personas y se sorprenderían el silencio que envolvía… recuerdo haberle comentado al Mati que si se daba cuenta del cuadro que se formaba, le pregunté si no le parecía a él también que era tétrico, como el momento antes que se desarme la bomba, o el momento después de la bomba… los instantes de dolor antes que llegue el tanque (en este caso un mero guanaco, o un fétido zorrillo) y los arrolle a todos. Él prefirió llamarlo el ojo del huracán.
Fue muy extraño, como si la ciudad estuviera expectante, esperando saber qué carajo iba a hacer estos niñitos cuando la policía les tirara hasta los caballos encima… lo único que sé es que mientras me detuve a pensar esto escuché el grito de mi amigo: “Corre” y entré en esa función autónoma donde sólo te mueves porque te lo dijeron, no sabes dónde vas, no ves lo que te está persiguiendo, sólo sabes que esa histeria colectiva significa que o te tiran el guanaco encima, o te matan a lacrimógenas o lo más desagradable de todo te invitan a dar un paseo en la micro. Pues resulta que no era ninguna de las anteriores, no fue más que una falsa alarma. De este tipo fueron como cinco, al final me había cabreado de correr y no hice caso a las siguientes… el costo: mis ojos ardieron con rabia por el gas de mierda que no me dejaba respirar y hacía que mis ojos estallaran. Así pasé la mayoría de las horas: corriendo en contra de lo que había camina, vuelta a caminar pa’ adelante, vuelta pa atrás, volver al circuito, caminar, correr, llorar, correr, aplaudir, quedarme en la vereda, irme a la calle, vereda, calle, ‘Mati me aburrí aquí’ ‘Si, mejor vamos para la Alameda, vuelta a Seminario, tranquilidad, lacrimógenas, bengalas, zorrillo de mierda, lacrimógena en mi pie y finalmente…. Cacerolas. Fue lo mejor de la noche, hubiese llorado sin fin sólo por escuchar esa condición y derecho humano a protestar, a protestar sin que puedan decir que son maleantes… una abuelita con su burrito pegándole a la paila donde hace el huevo. ¡Qué exquisitez! Ese sonido me produce una emoción irracional, me encanta.